EL PULSO

La consulta inconsultable y el cinismo

 

 

Dentro de algunas horas los ojos del país se volcarán, innecesariamente, en lo que discutirá y resolverá la Suprema Corte de Justicia de la Nación en torno a la consulta para enjuiciar a los expresidentes.

 

Y digo innecesariamente porque es un asunto que no debió haber llegado jamás hasta esa instancia, pues resulta risible e irrisorio lo que ya tanto se ha debatido al respecto: la ley no se consulta, simple y de manera llana se aplica. Punto, no hay lugar a interpretaciones vanas y escuálidas como las que suele hacer nuestro digno representante de la nación.

 

El exjefe de gobierno del extinto DF exigió que no hubiera presiones, cuando ciertamente él, mediante sus mensajes entrelíneas, lleva a cabo una inmensa presión sobre los ministros del máximo tribunal mexicano. No es lo mismo que opine entre sus vecinos Juan Pérez a que emita su juicio el primer mandatario del país, contando con todos los reflectores mediáticos. Es un ciudadano «común», según él. «Los sentimientos profundos declaran siempre más de lo que dicen conscientemente», afirma el filósofo Albert Camus.

 

Si la razón y el buen juicio jurídico se aplican, le apagarán en lo inmediato su intento de circo y promoción a un hombre que gusta de manejar los simbolismos como si fueran canicas o un plato de enchiladas bien insípidas. Algunos medios ya manejan sus encabezados como “el ministro calderonista”, al hacer referencia a Luis María Aguilar, quien propone echar para atrás esa baladronada.

 

Tal es el deseo escondido de López Obrador por crear la polémica en torno a los expresidentes que un grupo de mexicanos preparan ya una marcha rumbo a la Suprema Corte para pedir, de manera «pacífica», que se apruebe la consulta. Nada más alejado de la masa gris.

 

Lo que vemos es una actitud porfía del Presidente, y no porque pretenda hacer justicia, sino porque esas herramientas -como la consulta- le llenan de popularidad. Los mandatarios que se sientan en la silla presidencial suelen terminar sus periodos carentes de aceptación. La historia de sus sexenios con frecuencia se ver abigarrada por personajes como Andrés Manuel, que la desfiguran en el discurso para obtener el rédito político que después explotan.

 

El escenario que debe configurarse es el de el rechazo unánime a esa consulta. Cuando ocurra, cual caso Lozoya, López y sus esbirros de la comunicación escamotearán el asunto de la agenda pública y literalmente no dirán ni pío del tema. Atendiendo a la ética de la convicción de la que habla Max Weber, Andrés Manuel «responsabilizará al mundo, a la necedad de los hombres o a la voluntad de Dios» por no haber obtenido lo que pretendía. Pero poniendo más en contexto el asunto, echará mano de su anticuada pero efectiva demagogia y responsabilizará de su fracaso político a los conservadores o a los neoliberales.

 

Finalmente queremos hacer hincapié en la insufrible actitud del inquilino de Palacio Nacional. De manera presunciosa afirma que si se juntan 100 mil mexicanos en una marcha, él se va antes de la votación para la revocación de mandato. Si alguien no conoce la actitud demagógica, se la presento.

 

López Obrador, entre otras estratagemas, llegó al poder con base en las moviziliaciones que empleaban desgracias o temáticas álgidas. Harold Nicolson, diplomático inglés, afirma que «un político ambicioso podrá alegrarse de haber sido llevado al poder mediante una manifestación estudiantil, pero tendrá buen cuidado de que no se repitan manifestaciones estudiantiles». Andrés Manuel no es torpe aunque se muestre perentorio en su declaración, sabe que el ánimo social no es tan aciago ni dramático como para un movimiento de esa envergadura. Se muestra laxo porque sabe que aún tiene aceptación. Se burla de la oposición que, para mal, no está bien constituida. Lo que vendrá después será una narrativa de gloria, de victoria ante FRENA. «Miren, no pudieron».

 

Vaya circo

Exit mobile version