18 Nov Los Soldados que no son Soldados para Andrés Manuel
Hay una historia que quisiera contarles. Un poco como introducción de esta columna, un poco como inspiración y nostalgia para escribirla. Mi padre, que en paz descanse, siempre fue un amante del mundo militar mexicano. Tenía una especial fascinación por ello. De niña me llevaba a ver películas bélicas en donde yo veía con ojos asombrados a soldados héroes morir por su patria, pelear contra el enemigo y volverse a levantar. Mi padre coleccionaba soldados de plomo. Dejó una basta y amplia colección de soldados, la mayoría pintados a mano por él, organizados por fechas, batallones, ejércitos y países. Se sabía de memoria el origen de cada uno de ellos. Viajaba mucho al extranjero y de cada país traía uno para su colección.
Era tal su afición y la cantidad de soldados que tenía que a veces, de regalo de cumpleaños, le dábamos uno y ya lo tenía repetido. Su última voluntad fue que su colección de soldados de plomo pudiera ser exhibido en algún lugar en donde apreciaran el tema. Me intenté contactar muchas veces con la SEDENA para pedirles que, a cambio de nada, pudieran dejarme ponerlos en exhibición, sin embargo nunca he encontrado respuesta. Y todos estos recuerdos me llevan a pensar en que de alguna manera mi padre me transmitió el amor por el Ejército Mexicano, pero ahora es cuando más siento respeto y admiración por ellos, más que antes, más que nunca.
Él, mi padre, veía casi religiosamente por televisión el desfile militar del 16 de Septiembre o del 20 de noviembre, lo recuerdo ahí pasmado en su sillón, inmóvil. “¿Qué ves papá? -Mira eso Claudia, ¡mira a los soldados! ¡Qué belleza! ¡mírales sus cascos! ¡Míralos marchar! Se les nota el amor que sienten por México, ¡mira los tanques, míralos!, ya va a empezar el desfile de los aviones ¡Míralos Claudia! ¡Mira cómo vuelan uno tras de otro! (cabe mencionar que también coleccionaba aviones militares de juguete, esos logré darlos en donación a pequeños con cáncer, envueltos en papel celofán).
Y así fui creciendo, con ese amor y ese respeto por el Ejército y sus soldados. Pero, de pronto, hace dos años alguien llegó a decir que los soldados ya no serían llamados soldados sino ahora, por decisión de él, serían llamados “Guardia Nacional” y que no serían soldados, serían civiles. Durante muchos años vi al Presidente que hoy tenemos despreciar al Ejército, a culparlo de todas las fatalidades y atrocidades, casi estigmatizándolos como asesinos. Y ahora, esos que para mí siempre serán soldados, hoy la gente ya no sabe cómo tratarlos. Hoy muchos los retan y hasta los golpean. Hoy a esos soldados no los respalda nadie, están solos, a su suerte que no es mucha en un país en donde ganan los malos. Hoy, esos soldados han perdido fuerza, han ido cayendo porque la figura de ellos se ha desvanecido y se ha debilitado y sin embargo ahí siguen, estoicamente listos para entrar en acción si el Pueblo lo pide, lo triste es que Andrés Manuel López Obrador lo impide.
Me imagino que los propios soldados ya no saben de qué lado estar. Por un lado capturan en EEUU a Salvador Cienfuegos, militar y extitular de la Secretaría de Defensa Nacional y semanas después es liberado. Sin entenderse por qué , quién lo ordenó y bajo qué condiciones, manchando así no sólo su nombre sino la reputación del Ejército Mexicano en el mundo. ¿Qué pretenden con esto? Quizá no lo sabremos nunca pero lo que sí sabemos es que, como en toda institución, llámese gobierno, iglesia, estado, hay miembros que no son dignos de pertenencia, pero los hay, dentro del ejército, de los que matarían por defender a nuestra patria, incluso a ellos mismos de ser necesario. Pero el Presidente no los quiere, esa es mi percepción. Él piensa que no los necesita, que a lo mejor es el narco al qué necesita más en vez de darles su lugar a los militares.
Yo quiero aprovechar este espacio para darles mi reconocimiento, mi gratitud, por su entrega, porque el trabajo y el riesgo que es mucho, porque las condiciones laborales son pésimas y sin embargo ahí están. Diría mi padre: “míralos Claudia míralos ahí, con sus trajes de soldado y sus cascos, qué preciosidad, cuánta perfección”. Ahí están y yo los honro y los respeto. Y, Papá te prometo, algún día lograré conseguirles ese espacio que soñaste para que alguien más los pueda valorar
¿Y tú?
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